Blackout y matar a Chávez
Por Roger Santodomingo.
Una de las culpas originales que el gobierno endilga a las estaciones privadas de televisión, en particular a RCTV, es el que, después del 11 de abril de 2002, no informaron de las protestas que los simpatizantes de Hugo Chávez hacían contra el gobierno de facto de Pedro Carmona.
Los canales privados se autocensuraron, prefirieron transmitir comiquitas a informar de los disturbios y saqueos que cobraron la vida a decenas de ciudadanos. Su excusa fue entonces que no querían contribuir a propagar la anarquía y la violencia, tal y como ocurrió en las primeras horas del 27 de febrero de 1989, cuando el Caracazo recibió el catalizador de las transmisiones en vivo.
Curiosamente, la estación “de servicio público” que estrena la señal del canal 2, no ha transmitido hasta ahora noticias sobre las protestas que por todo el país rechazan el zarpazo contra la libertad de expresión que significó la salida del aire de RCTV.
Pero no sólo TVes, ninguno de los canales del Estado, ni los privados alineados con el gobierno, como Venevisión, han reflejado en su pantalla lo que ocurre en las calles hasta hoy.
El blackout del gobierno, la información sesgada o la cero información, es una política. Que no se informe de lo que no es conveniente es la línea que los periodistas a sueldo del Estado y los empresarios parásitos deben seguir, sólo la propaganda aprobada es aceptada. Los medios que no atienden esta orden son presionados sin pudor por la vía de sus anunciantes. Las empresas que compran publicidad reciben llamadas, amenazas y son objeto de chantajes.
Cuando no hay garantías de que la información está plenamente controlada, sólo los medios oficiales son admitidos por la fuente de información oficial. Por ejemplo, esta misma noche, tras la detención arbitraria del diputado y activista Oscar Pérez, del Comando Nacional de la Resistencia, sólo a los reporteros de VTV y TVes se les dio acceso al centro de reclusión para tener información de primera mano.
Ante el blackout informativo, los canales informales se fortalecen. El Observador está transmitiendo sus emisiones de noticias por YouTube, el canal virtual por donde circulan la mayoría de los videos caseros que dan testimonio de lo que ocurre en los rincones más insospechados, desde los ángulos de los protagonistas de la noticia.
Con el blackout informativo, una política ordenada directamente por Hugo Chávez, quien tiene por ideales de prensa al uniformado Granma de Cuba y al deformador Mario Silva, el Presidente comete otra flagrante violación a la constitución que con tanta pompa vendió al mundo como la más avanzada de todas.
El tabú del magnicidio
Otro blackout cubre el tema del magnicidio. Sólo Hugo Chávez y los sacerdotes que evangelizan con su palabra pueden hablar de los planes para matar al Presidente. Porque cuando sacan este tema, lo hacen para estigmatizar a la oposición e inhibir a la crítica. De hecho, el magnicidio ha devenido el latiguillo favorito para cuando el gobierno no tiene argumentos y no cuenta con la aprobación de la opinión pública.
Cuando se muestra como el blanco de los oscuros intereses que ha afectado con su política a favor de los desfavorecidos y marginados, Chávez asume el rol de víctima con el que se siente más cómodo.
Rodea su figura con un enorme ejército personal y varios anillos de seguridad que lo hacen casi impenetrable (cuando ha sido vulnerado ha sido por las intrigas de sus propios adláteres que buscan acercársele más). Pero lo cierto es que no ha logrado develar ninguna conspiración creíble de intento de asesinato. Aunque sí ha conseguido que el tema de que alguien puede estar pensando en matarlo –un tópico que puede ser casi que un gaje del oficio para cualquier presidente que se respete en el mundo–, sea un tabú para los medios.
Los medios saben que deben cuidarse de tratar este tema con un mínimo de amplitud y profundidad, ahora hasta deben pensar en consultar semiólogos para constatar que no están emitiendo mensajes inconscientes que revelen algún íntimo, perverso y reprimido impulso asesino.
El hecho de que por internet, alguien haya hecho una encuesta que incluya la ilegal opción del asesinato, como una de las posibles alternativas para salir de la crisis política actual del país, encoleriza –con razón- al ministro de propaganda del gobierno quien no duda a la hora de pedir investigaciones judiciales y amedrentar con el aparato represor del Estado.
Pero seamos francos: quizás un semiológo que estudie el discurso tanótico del Presidente concluiría que el magnicidio es una opción puesta en la calle por él mismo. Chávez y nadie más ha insistido en colocar en la mente de los venezolanos esa imagen fatal. Este mensaje machacón se completa con su discurso cargado de amenazas de muerte y se alimenta con su práctica excluyente.
Porque cuando el Presidente cierra las opciones electorales para alternar el poder y pretende erigirse como candidato vitalicio, cuando copa todos los espacios de poder, excluyendo a sus adversarios, cuando extingue los medios por los que se airean las voces disidentes, deja sin oxígeno a millones que no comparten su forma de pensar. Ante una amenaza de asfixia el ser humano tiene la opción de huir o atacar. No todos quieren o pueden irse del país aunque él insista en decir, como si Venezuela fuera su propiedad, que “al que no le guste que se vaya”.
Así que, debe tener razón, Presidente, seguramente la infame encuesta digital que tantas pesadillas le causa puede que sea verdadera y 33% de la gente que votó no vea otra salida a los problemas del país que su desaparición física.
Sí, quizás sea cierto que habrá más de uno que quiera matarlo, pero eso no es cuestión de echarse a morir, señor Presidente. Venezuela lo que quiere es paz y quizás para ello no necesita pasar usted primero a la paz de su sepulcro. Pa´lante es pa´lla, viva y deje vivir.
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