En Brasil también tenemos idiotas
Recuerdo que durante una clase de Geografía Económica, en mi último año de bachillerato (escuela secundaria), el profesor dijo algo que me provocó gracia: "A Brasil se le puede considerar un país desarrollado". De inmediato le hice saber que yo no estaba de acuerdo, diciéndole que Brasil estaba tan lejos como Venezuela de convertirse en un país de primer mundo. El hecho de que el profe nunca haya visitado Brasil hasta entonces y de que yo lo haya hecho más veces de las que recordaba no pareció importarle mucho. Supongo que para él yo no era más que un imberbe que no sabía de lo que hablaba.
Han pasado trece años del episodio, y sostengo mi afirmación. Paulo Ramos, diputado de la Asamblea Legislativa del estado de Rio de Janeiro, me ayuda en esto.
El diputado carioca, me imagino que aburrido por la vida monótona de Rio, estado en el que todo funciona a las mil maravillas, no tuvo mejor idea que proponer que la asamblea le entregue al golpista-presidente venezolano la Medalla de Tiradentes, la más importante distinción del estado.
Según la resolución de la asamblea, la medalla se le entregará al gerente de cantina por su "importancia en el cambio de rumbo de la economía y la política en latinoamérica". Si creen que es un chiste, esperen leer que el tal Paulo Ramos dijo que este es "un momento de autoafirmación de la visión libertária y nacionalista de Venezuela, retomada por los valores de unidad de las naciones latinoamericanas y de la importancia de la lucha por la auto-determinación de los pueblos". Lo que me arrechó particularmente fue lo de la tal "auto-determinación", la primera excusa usada por todos los gobiernos autoritarios para hacer lo que les da la gana dentro de sus fronteras. Cuba ha estado "auto-determinándose" durante medio siglo.
Para el diputado, el hecho de que al héroe del museo militar le haya dado por no renovar la concesión de una TV, que quiera gobernar por decreto y que todos los poderes estén bajo su control, no parece ser suficiente para darse cuenta de que en Venezuela ya no existe democracia.
La asamblea decidió darle la distinción al dictador venezolano allá por 1999, pero sólo ahora el pichón de dictador viene a Rio a recibirla. No tienen excusa, ocho años es más que suficiente para rectificar. En vez de eso, le demuestran al mundo que son una partida de payasos idiotas y que la escasez de legisladores inteligentes y honestos no afecta sólo a Brasília. Un país no podrá nunca salir del tercermundismo mientras esta gente sea la responsable de guiar sus políticas.
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