martes, 10 de julio de 2007

La Argentina se salva del tal calentamiento global

Pasamos la última semana de junio en San Carlos de Bariloche, Argentina. Los lugareños me dijeron algo que me confirma que el cuento chino del calentamiento global es una gran paja: Hacían 11 años que no nevaba en junio en la ciudad. Suerte la nuestra, que pudimos pasar la luna de miel esquiando en Cerro Catedral:

Como si eso no bastase, los argentinos han celebrado el 9 de julio con una nevada en plena Buenos Aires, después de 91 años:

Después de 89 años, una nevada inexplicable e inesperada cayó sobre Buenos Aires y transformó la ciudad. También el ánimo de los porteños, que, incrédulos, salieron a las calles a comprobar si realmente esas rosetas blancuzcas que se veían caer eran copitos de nieve. Al anochecer, ya no había dudas. Los autos estaban blancos y había suficiente nieve como para hacer muñecos. También, claro, para formar bolas blancas y declarar guerra de nieve a hermanos y amigos.

El día patrio se convirtió de pronto en una fiesta mucho más blanca que celeste. Gracias al feriado, casi todo el mundo tuvo tiempo para salir a jugar con la nieve. Por la noche, las plazas se llenaron de personas que miraban hacia el cielo con los brazos extendidos y que se tomaban fotos.

No había dudas. Los porteños tenían la sensación de estar viviendo una jornada que, además de mágica, era histórica, de esas que alguna vez les contarán a sus nietos, prologada con un "allá, por el año 2007...".