Prohiben a psiquiatras opinar sobre Chávez
Por Gustavo Coronel.
La megalomanía es una condición psicopatológica, la cual consiste en creerse la última coca-cola del desierto y alimentar ilusiones y fantasías de poder, riqueza u omnipotencia. Chávez y él comparten esa anormalidad, según le confiesa el botado Muller Rojas a Sara Carolina Díaz, en El Universal de ayer Domingo.
Al mismo tiempo, sin embargo, el Ministerio de Salud ha enviado una comunicación a los psiquiatras venezolanos, firmada por los encargados de salud mental en ese ministerio, Doctores Muñoz Coll y Sánchez Vera, advirtiéndoles en contra de “ usar sus conocimientos a través de medios de comunicación para irrespetar y lesionar la majestad del presidente o de miembros del gobierno”. Anuncian sanciones para quienes hagan un uso “irrespetuoso y anti-ético” de su saber adquirido en el área de la salud mental.
Es decir, no pueden llamar loco a Chávez. Al menos un distinguido psiquiatra venezolano, el Dr. Adrián Liberman, ha dicho que el preferiría dedicarse a otras actividades antes de mutilar su libertad de pensamiento y someterse a quienes “usan batas blancas e ideas rojas”.
Previendo que los psiquiatras venezolanos no puedan seguir mencionando los transtornos mentales de Hugo Chávez creo necesario ayudarlos. Como geólogo no me siento aludido por la prohibición hecha a los psiquiatras y me considero libre de decir lo que no requiere estudios especializados para ser dicho: Hugo Chávez es un loco peligrosísimo. Hugo Chávez requiere urgentemente de tratamiento psiquiátrico.
Lo procaz necesita prozac.
La locura de Chávez ha ido in crescendo, desde el momento en que prometió quitarse el nombre si no resolvía en seis meses el problema de los niños abandonados. A nadie más que a un loco se le ocurre decir eso, ya que una persona normal sabe que seis meses no son suficientes para llevar a cabo esta necesaria tarea (casi nueve años no le han bastado) y que los venezolanos le recordarían incesantemente su violación de esta promesa.
Locura irresponsable fue la de prometerle a Aristóbulo el palacio de Miraflores para una universidad popular sin que tal cosa ocurriera. Locura inofensiva pero evidente fue anunciar, hace siete años, un gran parque en el sitio donde estaba, está y estará el aeropuerto de La Carlota. La prueba de su locura es que nadie le hizo caso.
Y que decir de la ruta de la empanada, gallineros verticales o los cultivos hidropónicos de la Avenida Bolívar? Considerar seriamente estas insensateces como proyectos gubernamentales no se le puede ocurrir sino a un demente.
En Enero 2004 Hugo Chávez dió un discurso en la Asamblea Nacional, en presencia del cuerpo diplomático, en el cuál se jactó de haber provocado una crisis en Petróleos de Venezuela a fin de tomar el control de la empresa. Dijo que había procedido a nombrar a Gastón Parra presidente de la empresa, sabiendo que ello provocaría una protesta generalizada, la cuál le permitiría botar a quienes protestaran.
Se refirió con orgullo de orate al pito que había usado en la televisión para botar a los gerentes que protestaban. Esto no se le puede ocurrir sino a un loco. Si fue verdad lo que dijo en la Asamblea, ello sería un acto de locura criminal, pero si fue mentira tal aseveración sería el producto de una mente desquiciada, inmoral e irresponsable.
Pelearse con la Comunidad Andina de Naciones porque lo que deseaba era irse para el Mercosur fue un acto insensato pero, pelearse ahora con el Mercosur, atribuyéndole los mismos defectos de la CAN, eso raya en la locura. Ahora probablemente lo veremos tratando de entrar de nuevo a la Comunidad Andina.
Solo a un demente se le ocurre prometer construir 13 refinerías en países visitados, incluyendo una en Vietnam, otra en Siria, y hasta una en las islas Fiji.
Promover un gasoducto trans-amazónico no es, acaso, una señal de locura? Ni hay reservas suficientes de gas en Venezuela para alimentar ese proyecto, ni hay dinero para financiarlo, ni el análisis económico mas superficial lo respalda, ni hay suficiente cañería para construirlo ni la gente es tonta para permitir que se construya un gasoducto por la mitad de la cuenca amazónica. Que Lula y Kirchner sigan hablando de esta estupidez solo significa que le tienen terror al loco.
No pensarían ustedes que nombrar canciller a Nicolás Maduro demuestra un reblandecimiento mental acentuado? Tener un canciller que anda sin frenos, quien no cesa de insultar a los diplomáticos de países con los cuales se tienen relaciones comerciales y diplomáticas no puede ser normal.
Y eso es lo que hace Maduro: insulta al embajador de USA, al canciller Peruano, al Congreso de Brasil, a Garzón. No es, acaso, una promoción de la locura el nombrar ministro a Carreño, quien asevera que lo están espiando por el televisor? O a Ramírez, quien anunció hace unos meses su determinación de invadir a Bolivia? O a Baduel, quien dice haber reencarnado cuatro o cinco veces?
Quien duda que ir a Irán, a rezar a la tumba del Ayatollah Khomeini para pedirle la destrucción de los Estados Unidos, no constituye una señal de locura? Ese señor Khomeini presidió una dictadura teocrática en la cual murieron millón y medio de personas. Solo a un loco se le ocurre ir a rezar a esa tumba, nada menos que a pedir la destrucción de la nación que le da de comer a su régimen.
Y quien puede dudar que rebautizar el hospital La Coromoto, de Maracaibo, con el nombre de un asesino sea un acto de desequilibrio mental?
Decirle a los rusos que siente nostalgia de la Union Soviética o a los chinos que él es Maoista o a los Peruanos que Velasco Alvarado fue su ídolo no se le ocurre sino a un chiflado.
Hacer bautizar las promociones de cadetes de este año con el nombre de “4 de Febrero de 1992”, la fecha de su traición a la patria y de la muerte de docenas de inocentes venezolanos, es un insulto a todos los venezolanos y un acto de locura que debería bastar para que Edmundo Chirinos y Jorge Rodríguez ordenaran ponerle una camisa de fuerza
Mandar a construir un mini-monumento de Carabobo de cartón piedra para llevar a cabo un desfile militar encerrado en la Academia militar es un preocupante indicio de temores irracionales. La paranoia es eso, precisamente, una desconfianza patológica en todo y en todos.
Sacar a un frágil militar de su retiro, reactivarlo como miembro del ejército, nombrarlo asesor militar principal y designarlo como miembro clave de la junta organizadora de un partido político único, ya eso de por sí nos huele a manicomio.
Pero despedir a ese militar meses después porque ha dicho que la fuerza armada venezolana está politizada, cuando el mismo ha sido el autor de esa politización, con la asesoría del propio botado, ya eso es demasiado. Aquí hay más de un loco suelto! Imagínense ustedes un ejército venezolano luchando contra “el invasor” al mando de Baduel, Muller Rojas y Chávez!
Cuando los venezolanos dicen que gastar seis mil millones de dólares en armas cuando el país no tiene infraestructura o la gente pasa hambre, es una locura, están haciendo un diagnóstico sin ser psiquiatras, porque ello es literalmente correcto. Nadie en su sano juicio gastaría miles de millones de dólares en instrumentos de muerte cuando las evidentes necesidades del pueblo son muy diferentes.
Es preciso, entonces, preguntarnos: Como puede un loco llegar a ser la única ley que exista en un país de 26 millones de habitantes? Si a un piloto de aviación se le quita la licencia por ligeros problemas mentales. Si un simple chofer de autobús debe someterse a un exámen psiquiátrico para obtener su licencia.
Como es posible que un presidente que muestre señales tan evidentes de desequilibrio mental pueda continuar manejando un país y se le permita llevarlo al desastre?
No será que los locos somos nosotros?
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